martes, 21 de febrero de 2017

DOS ESTUDIOS DE HIPOCONDRÍA

Uno

Desperté con la honda conciencia
de poseer doble configuración anal—
Dos orificios excretores donde el común
de los mortales ostenta solo uno,
el de toda la vida, el que viene de fábrica:
el normativo. Mi primera reacción fue
de pánico. Descarté la auto-exploración
digital, que me conduciría al abismo.
De igual manera, la idea de abrirme
de piernas ante el espejo para un examen
ocular me hacía estremecer de horror.
En mi mente visualizaba dos agujeros
negros, dos heridas de bala que me
acompañaban desde el nacimiento y
que todavía estaban abiertas.

¿Cómo era posible que nadie se hubiera
dado cuenta antes? Ni familiares que me
cuidaron, ni médicos. Ni amigos de
infancia jugando a médicos, ni amantes
ocasionales. De pronto todo tuvo
sentido: asimilé la diferencia,
asumí el aislamiento —Aquellos dos
estigmas eran la razón de mi solitaria
existencia. Y al fin pude levantarme,
salir al exterior y enfrentarme
al mundo.

Dos

Otro día desperté sabiendo que estaba
desarrollando un tumor en los tejidos
internos del muslo. Esta vez me había
preparado, por lo que mi reacción fue
muy diferente. Comencé a mimar su
crecimiento, desde la primera célula de
aparente mioma hasta su fractal
despliegue que lo transformaría en un
maravilloso romanesco de belleza
alienígena.

Mi respuesta fue de júbilo: me amputarían
la pierna a la altura de la pelvis, de modo
que no tendría que levantarme más—
La vida me pareció entonces llena
de posibilidades: para empezar, escribiría
el best-seller "Pies (no los necesitas)",
explicando los beneficios del reposo en
cama sin interrupciones, y me ganaría el
corazón de todos preguntando osten-
tosamente: "¿Se puede saber dónde he
metido la pata?".


- dos estudios de hipocondría de Tive Martínez, 2017

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